Estos días se ha hablado mucho de los sueños.

De repente quien no se acordaba ha empezado a recordar.

Y quien ya lo hacía de normal ha visto intensificada su actividad onírica.

Un apunte previo.Nuestros días y nuestras noches son las dos caras de nuestra vida.

Hay un continuo entre estas dos realidades que no se corta por mucho que entremos a soñar en modo «dame estado de coma que no me quiero enterar de nada».

Quien está acostumbrada a escuchar sus sueños ya habrá detectado como sus días afectan a los contenidos de sus sueños del mismo modo que los contenidos de los sueños afectan a los días.

De hecho, podemos intuir la influencia de nuestros sueños en el lenguaje común. » Hoy me he levantado con mal pie». ¿ Te suena? Normalmente cuando usamos esta frase es por que nos hemos despertado ya de mal humor y ese mal humor no acogido, no escuchado, no transitado…ha secuestrado nuestro día. ¿Cómo una puede levantarse de mal humor si lo que estaba haciendo es dormir? Pues muy fácil. A parte de dormir estabas soñando y aunque no recuerdes tu sueño, la huella emocional que le sigue se ha venido contigo.

Por este motivo siempre insisto tanto en instaurar el hábito de escribir nuestros sueños, porque entre otras cosas, este ejercicio es una válvula de escape que nos permite sacar de dentro aquello que nos habita y ponerle un poco de conciencia.

Si eres de las que ha empezado a recordar o si eres de las que ya recordabas, puede ser que tu actividad nocturna se haya teñido de historias aún más bizarras que de costumbre. Cargadas de una alta intensidad emocional. Con tintes propios de la saga de Sau, erotismo al poder o referencias al pasado.

Es normal.

Nuestros hábitos diarios se han visto truncados.

De repente no podemos oler a nuestros seres queridos.

Nos vemos encerradas en casa, sosteniendo la incertidumbre sobre el qué, cuándo y cómo vamos a volver a nuestra normalidad, a nuestros trabajos, a nuestro sustento.

El eco que pudo dejar en ti la crisis del 2008 reclama su espacio.

Y la muerte vuelve a ser el centro, por fin.

Nos conectamos directamente con duelos del pasado o duelos del presente y nuestra propia vulnerabilidad.

Para más inri «Papa Pedro Sanchez» no nos deja salir de casa resonando quizás con ese momento de nuestra adolescencia en que nos creíamos las reinas del mundo pero en casa nos recortaban nuestro anhelo de libertad.

Por lo tanto, es normal, muy normal que también nos soñemos en escenarios de nuestra infancia.

La situación política y social que estamos viviendo toca hondo y profundo.

Toca a nuestros miedos directos.

A nuestro instinto de supervivencia, a nuestro anhelo de libertad.

El impulso animal se ha visto una vez más, coartado por las necesidades de lo racional.

Necesidades que no pretendo desvirtuar para nada.

Y aquí entran nuestros sueños.

Nuestros grandes aliados.

Aquella parte interna de nosotras que nace de la emoción y que se desarrolla en historias para que podamos ver, transitar, liberar emociones que no podemos en nuestros días, darnos cuenta, elaborar y sobre todo darnos pistas. Por ello, soñamos fuerte, quizás más fuerte que nunca. O quizás no tanto, pero como ahora tenemos tiempo, nos damos cuenta de la inmensidad que se abre ante nosotras cada noche cuando vamos a soñar.

Soñamos, con animales, con ex del pasado, con nuestras abuelas, cortamos cabezas, nos persiguen, las calles y las ciudades están derruidas.

Pero también soñamos con aliados de poder, tenemos conversaciones que nos inspiran y llenan de paz. De repente entendemos algo que resulta valioso para nuestra vida.Soñamos, sí.

Soñamos para poder digerir, transitar y transmutar aquello que estamos viviendo.

Así pues, si eres de las que ya está acostumbrada a tomar sus sueños, no descartes los de estos días y pregúntate si en ellos puedes observar una tensión de tus días que pretende resolverse o como mínimo ponerse de manifiesto. Si no estás acostumbrada a leer tus sueños, también puedes hacer esta misma lectura.Y si las pesadillas han vuelto a tus noches, no las descartes.

Son un regalazo envuelto en papel de melodrama. A veces, no reaccionamos hasta que nos cuentan las cosas a gritos, verdad? ¿ Cómo no iban a hacer lo mismo nuestros sueños? De hecho, si te inundan sueños intensos puedes hacer otra cosa muy valiosa a mi entender.

Toma esa emoción, permítete mirarla de cerca desde la conciencia segura de la vigilia.(En la vigilia los cocodrilos no vendrán a comerte).Dibújala, píntala, moldea en barro, dale a la escritura automática. Saca, saca de ti esa emoción o esa imagen desagradable y plásmala en un objeto o en tu diario. No para entenderla sino para mirarla de frente y ver cuán necesario es para tu momento presente entrar en contacto con ella.

Hay algo poderoso en este ejercicio, te permite sacar de dentro aquello que te ocupa y relacionarte con ello, en vez de callarlo.

Te permite darle voz y lugar, relajando así la fuerza de la resistencia que ejerce aquello que negamos.Pero también, si el resultado de tus noches movidas es que no te apetece para nada encontrarte con esas historias que te estás contando a ti misma por algún motivo puedes hacer otra cosa.

Puedes preparate para recibir los sueños. Cuando vayas a soñar, que no a dormir, prepárate una infusión de lavanda con la intención clara de relajar tu mente y tu mundo emocional, pero también con el ruego de que te acompañe a enfrentar esas historias reales pero no físicas de la mejor de las maneras posibles. Establece una alianza con la planta. Pídele fuerza, orientación, calma y sabiduría. Y si lo haces, me cuentas qué tal ha ido.

Por hoy me retiro, encantada de leerte!

Abrazos de colores e inspiradores sueños.

Laia Molina

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